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La CIA invade y profana embajadas: caso embajada mexicana en Ecuador

Alí Ramón Rojas Olaya

En la madrugada del sábado 6 de abril de 2024, las fuerzas policiales de Ecuador, siguiendo instrucciones del lacayo de Washington Daniel Noboa, invadió la embajada mexicana en Quito y secuestró al exvicepresidente Jorge Glas, a quien se le había concedido asilo político. Pabel Muñoz, alcalde de Quito, consideró la irrupción como “inaceptable, una vergüenza mundial”. El canciller venezolano, Yván Gil, se comunicó con las autoridades mexicanas: «He conversado vía telefónica con la Secretaria Alicia Bárcena y transmitido la solidaridad absoluta del presidente Nicolás Maduro al presidente Andrés Manuel López Obrador ante este acto de barbarie que viola todos los principios del derecho internacional».

La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), por su parte, emitió un comunicado en la red X en el cual calificó: “La violación de la embajada de México en Ecuador” como “un acto fascista de extrema gravedad que atenta contra las relaciones diplomáticas y el derecho internacional”. Para este ente del poder constituyente, “las embajadas representan la soberanía de los países que las albergan y están protegidas por el principio de inviolabilidad consagrado en la Convención de Viena”. Esta irrupción ilegal “en la embajada de México en Quito constituye una clara violación de la soberanía mexicana y un desprecio absoluto por las normas internacionales”. La Conaie muestra preocupación al “observar cómo el gobierno autoritario y fascista de Ecuador recurre a la fuerza para asegurar sus trofeos políticos” y agregan sus voceros que “esta flagrante violación no solo afecta las relaciones bilaterales entre México y Ecuador, sino que también envía un mensaje peligroso a la comunidad internacional”.

Recordemos que el presidente ecuatoriano el empresario Daniel Roy Gilchrist Noboa Azín nació el 30 de noviembre de 1987 en Miami, razón por la cual él se siente orgulloso de su doble nacionalidad. El expresidente de Ecuador, Rafael Correa, quien vive plácidamente en Bélgica, afirmó que “lo que ha hecho el Gobierno de Noboa no tiene precedentes en la historia latinoamericana. Ni en las peores dictaduras se ha violado la embajada de un país”. Luego agregó: “No vivimos un Estado de derecho, sino un Estado de barbarie, con un improvisado que confunde la Patria con una de sus haciendas bananeras”.

Es bueno recordarle al doctor en economía de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, Estados Unidos y magister scientiarum también en economía de la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica, que no es la primera vez que esto ocurre. Veamos.

Gringos invaden embajada venezolana en Washington

El 14 de mayo de 2019, Estados Unidos ordenó desalojar la embajada de Venezuela en Washington. Y es que, en la mismísima capital del más grande imperio de la historia, los enemigos de Bolívar atacaron a sus amigos bolivarianos. Entre los enemigos se encontraban los gringos Donald Trump, Mike Pompeo, Mike Pence, Elliot Abrams, Marco Rubio y Craig Faller, el peruano Jaime Bayly, los neogranadinos santanderistas Iván Duque y Álvaro Uribe Vélez, el argentino Maccri, el brasileño Bolsonaro y los “venezolanos” Carlos Vecchio, Julio Borges, María Corina Machado, Juan Guaidó, Diego Arria, Luis Florido, Leopoldo López, Henrique Capriles Radonski y Gustavo Tarre.

¿Quiénes defendieron nuestra embajada? Nuestros amigos estadounidenses, es decir, los activistas Adrianne Pine, David Paul, Kevin Zeese y Margaret Flowers del Colectivo de Protectores de la Embajada; la activista Medea Benjamín de la organización Code Pink; los colectivos Answer Coalition y Popular Resistance; la periodista Anya Parampil quien le gritó a la turba opositora ¡Bolívar y Chávez viven!; el reverendo Jesse Jackson quien llevó comida a los activistas, hoy desalojados; el veterano de la guerra de Vietnam, Daniel Shae. Todos ellos han defendido a Bolívar del gringo James Monroe.

Quitar el servicio eléctrico y el agua es la práctica cotidiana de los enemigos de Bolívar. Nuestros amigos estadounidenses han enfrentado a la hipocresía de su propio sistema.

Daniel Shae, presidente del colectivo Veteranos por la Paz, en visita a Venezuela el 14 de mayo de 2019 habló sobre el significado de la palabra enemigo: “una de las razones por las que estoy aquí es porque, como veterano de Vietnam, he visto los horrores de la guerra. Pienso en las personas que se ven atrapadas en medio de la guerra y los Estados Unidos, un período tras otro, continúa con sus guerras, intervenciones, cambios de gobiernos. Me hiere profundamente como si alguien me apuñalara el corazón constantemente. Así que estamos acá para evitar lo que está pasando. Yo suelo decir que cuando estuvimos en Vietnam fuimos a combatir al enemigo. Yo vi al enemigo: y el enemigo éramos nosotros”.

Así como a comienzos del siglo XIX, amigos estadounidenses vinieron a luchar por la causa bolivariana, como Felix Jastran, Alexander Macaulay y Renato Beluche Laporte, hoy estas heroínas y héroes de la patria de Angela Davies y Malcolm X, defienden, no la doctrina Monroe, sino la doctrina de Bolívar.

En aquellos aciagos momentos de agresión diplomática, sólo nos quedaba decirle a cada uno de ellos aquellas palabras de Simón Bolívar: “la amistad tiene en mi corazón un templo y un tribunal, a los cuales consagro mis deberes, mis sentimientos y mis afectos”.

Capriles asalta la embajada de Cuba

El 12 de abril de 2002, la derecha fascista venezolana, liderada por Henrique Capriles Radonski, alcalde del municipio de Baruta en aquellos días, mantuvieron por 36 horas un violento asedio contra la Embajada de Cuba en Venezuela durante el golpe de Estado mediático contra el Comandante Hugo Chávez. Recuerda, Correa, que Capriles asaltó la embajada cubana violando las leyes diplomáticas internacionales con el falso rumor de que el vicepresidente de la República en aquel entonces, Diosdado Cabello, se encontraba en el recinto. Al ver la resistencia de los diplomáticos cubanos, la derecha procedió a cortarle los servicios públicos.

Estos proyanquis dejaron sin la posibilidad de comunicarse a los diplomáticos, violando así sus derechos. Sin embargo, no lograron quebrantar la moral mambisa de José Martí y Mariana Grajales que en aquellos funcionarios vivía y al finalizar la profanación esta pléyade valientemente venció a las fuerzas fascistas.

Gorilas uruguayos invaden la embajada venezolana en Montevideo

Elena Quinteros, maestra uruguaya nacida el 8 de septiembre de 1945, dictaba clases en la escuela 195 de la ciudad de Pando. Ella y su madre, la Tota Quinteros, “con la tiza y el cuaderno soñaban cambiar la vida”, ambas eran “maestras de vocación en diferentes estambres, sus padres letras sembraron en las infancias con hambre” (Daniel Viglietti, Tiza y bastón).

Elena fue detenida en su casa en Montevideo, el 24 de junio de 1976 por concienciar con su magisterio y militancia. Cuatro días después, mientras se encontraba incomunicada, fue conducida por militares al bulevar Artigas y Palmar.

Elena había dicho a sus captores que en ese lugar debía encontrarse con otra persona cuya detención deseaban efectuar. Una vez frente a una casa vecina a la sede de la Embajada de Venezuela, logró liberarse de quienes la conducían, saltó por encima de un muro y cayó en el interior del predio de la Embajada, Bolívar le abría los brazos, mientras gritaba identificándose para que las personas presentes se enteraran de lo que ocurría en caso de que volvieran a capturarla.

Los agentes militares penetraron en la sede diplomática y, después de golpear al Secretario de la Embajada y a otros funcionarios, sacaron violentamente a Elena. De ella sólo quedó un zapato en la calle como si se tratase de una cenicienta uruguaya. Ese 28 de junio de 1976 fue la última vez que su madre tuvo noticias de ella. A consecuencia de estos hechos, Venezuela suspendió sus relaciones diplomáticas con el Uruguay. Elena fue llevada a una unidad militar el 8 de agosto de ese año, mantenida con los ojos vendados, las manos atadas y sometida sistemáticamente a torturas. Durante la primera noche, una testigo oyó gritar a la maestra Elena “¿por qué no me mataron, por qué no me mataron?” mientras era martirizada bestialmente. Hoy la señorita Elena nos observa junto a Artigas con su pelo prendido de palomas, sus manos llenas de tiza radiando como un lucero y bañando los amaneceres. La vida de Elena, la lucha que llevó su madre Tota Quinteros y el reclamo de verdad y justicia por parte del movimiento popular son asuntos que nos deben tocar en lo más recóndito de nuestras almas “porque las Quinteros fueron luminosas en su historia, compañeras entrañables, fundadoras de memoria”.

Diplomacia de solidaridad y paz

La solidaridad es uno de los valores más entrañables que poseen los seres humanos. A través de ella los pueblos expresan su ternura. Mirar desde lo alto al caído y extenderle la mano para que se yerga significa mostrar desprendimiento, otro valor invaluable, que justifica que alguien vea por encima del hombro al otro. Darle un abrazo al que ha sido difamado o al que atraviesa una tragedia o al que se sumerge en la desgracia eleva a la máxima potencia a quien abriga ese amor infinito a la humanidad. El sustento de la solidaridad y el desprendimiento es otro valor: la sensibilidad. Dice Simón Rodríguez que “es menester ser muy sensible para convertir el mal ajeno en propio”. Acá el visionario caraqueño coloca pragmáticamente otro elemento: la solidaridad como acción revolucionaria.

Es precisamente ésta la que ha asumido nuestro presidente Nicolás Maduro al solidarizarse con Vladimir Putin en el conflicto de Ucrania, en el que los medios privados de comunicación hegemónicos sitúan a Rusia como el malo de la película. Acción revolucionaria fue cuando Hugo Chávez rompió relaciones con el Estado sionista de Israel en solidaridad con Palestina o cuando Maduro reconoció a la República Árabe Saharaui Democrática.

Acción revolucionaria fue cuando el presidente Lázaro Cárdenas nombra a Gilberto Bosques Saldívar cónsul general de México en Marsella en 1939. Desde esta trinchera, Bosques formó al personal del consulado para que se entregaran a la causa de la humanidad y dejaran atrás las formalidades propias de la diplomacia.

Cuando “la planta insolente del extranjero” bombardeó las costas de Venezuela, el canciller argentino Luis María Drago no dudó en solidarizarse con nuestro presidente Cipriano Castro desenmascarando la doctrina Monroe y accionando la doctrina jurídica que lleva su apellido el 29 de diciembre de 1902, con la que establece que ningún Estado extranjero puede utilizar la fuerza contra una nación americana con la finalidad de cobrar una deuda financiera. Ante el ataque del Reino Unido, Alemania e Italia, Estados Unidos replicó que, como país, no apoyaría a un estado americano que sufriese ataques bélicos como respuesta a la negativa de pagar sus deudas, pretendiendo que la Doctrina Monroe sólo se aplicaría cuando dicho país sufriese ataques de potencias europeas motivadas por la intención de recuperar territorios americanos y colonizarlos, argumento que se desmoronó cuando Estados Unidos apoyó a su madre británica en la guerra de Las Malvinas entre abril y junio de 1982.

Sigue oliendo a azufre

Entendamos que Washington no sólo es la capital de Estados Unidos, sino que es la capital del modelo civilizatorio occidental. Esta potencia está por encima de la ONU y le importa un bledo la Convención de Viena.

Nos solidarizamos con Jorge Glas, quien debió ser el continuador de Rafael Correa y no Lenín Moreno. Nos solidarizamos con el pueblo mexicano villista y zapatista. Andrés Manuel López Obrador ya ordenó la suspensión de las relaciones diplomáticas. Pareciera que al enemigo yanqui le molestó mucho que celebráramos el bicentenario de la ciudadanía mexicana de nuestro Libertador Simón Bolívar y que la Asamblea Nacional de Venezuela recibiera el martes 2 de abril de 2024, el proyecto de “Ley contra el fascismo, neofascismo y expresiones similares” impulsado por el Gobierno de Nicolás Maduro.

Estamos en la obligación de recordarle al presidente mayamero Daniel Noboa y a todos sus congéneres, desde los extremistas de la derecha hasta de los tibios y dubitativos, las palabras que el comandante Chávez dio el 20 de septiembre del 2006 en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en Washington: “Ayer vino el diablo aquí, ayer estuvo el diablo aquí, en este mismo lugar. ¡Huele a azufre todavía esta mesa donde me ha tocado hablar! Ayer, señoras, señores, desde esta misma tribuna el señor Presidente de los Estados Unidos, a quien yo llamo el diablo, vino aquí hablando como dueño del mundo”.

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