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Hacia una Dialéctica de la Calidad Académica

Fernando Buen Abad Domínguez

No hay definición correcta de “Calidad Académica” sin una definición precisa, con problematización diferenciada, de las necesidades, endógenas y exógenas, a que responde. Su extensión, profundidad, y antigüedad. En un sentido, no único, educar es también reparar un daño. La mejor vacuna del mundo es inútil si se aplica a la enfermedad equivocada e incluso puede ser contraproducente y letal. Necesitamos la democratización y politización de la producción académica bajo una democracia participativa en la producción, reproducción y distribución social del conocimiento. Dinamizar la relación dialéctica científica entre teoría y práctica con práctica y teoría.

Las necesidades sociales, que poseen una diversidad enorme de causas e identidades, son seres sociales vivos, que nacen, se reproducen y extinguen según el grado de desarrollo colectivo y según el cúmulo de “puntos de no retorno” planificados para asegurar status civilizatorio a una colectividad. Porque ha sido un “cáncer” histórico muy doloroso y costoso inventar, imponer y aceptar las necesidades de minorías que se imponen a las mayorías para que las “resuelvan” esclavizándose. La libertad es conciencia de las necesidades.

La “Calidad Académica” ni se tiene para siempre… ni se detiene en los laureles coyunturales de las burocracias. Hay que poner a salvo a la “Calidad Académica” (o “Excelencia” le llaman algunos) de todas las emboscadas ideadas para falsificarla, camuflarla o mercantilizarla sacándola de su naturaleza social y política como derecho humano. Aquí la crítica al modelo capitalista de “mercantilismo educativo”, distingue a las iniciativas honestas que, sin presupuestos gubernamentales, desarrollan estrategias de financiamiento sin fines de lucro. No hay gran descubrimiento al afirmar que muchas iniciativas educativas, basadas en compromisos verificables de “calidad académica”, superan críticamente, en forma y contenido, las ofertas “oficiales” e incluso amplían los márgenes del conocimiento con mayor libertad y velocidad que los aparatos educativos estatales. Pero todo eso debe evaluarse y problematizarse contrastándolo con la dialéctica de las necesidades y sus satisfactores. Sin trampas.

Merece revisión y actualización, al calce, el conjunto terminológico que suele emplearse cuando se dirimen los antecedentes, la situación actual y las perspectivas de la “Calidad Académica”, sus ejes teórico-metodológicos predominantes y la relación dialéctica entre la teoría y la práctica de su desarrollo. Merecerá también un esfuerzo de re-semantización histórica el vocabulario que aquí se propone hacia una otra concepción y aplicación emancipada y emancipadora de la “Calidad Académica”.

Todo proceso que alcanza (en un momento histórico concreto) el máximo desarrollo (desigual, combinado y dinámico) de sus componentes, fija para sí y para sus entornos, parámetros y paradigmas de calidad que, en condiciones idóneas deberían impedir retrocesos o pérdidas en su totalidad o en sus partes. Y si tal máximo desarrollo es académico (es decir del conjunto de conocimientos alcanzados por una comunidad de enseñanza y aprendizaje, entonces la Calidad adquiere, además, valor estratégico para el desarrollo de la comunidad. Por eso la “Calidad Académica” es irreductible a los planos de las posesiones privadas, con fines de comercialización o de usufructo sectario. Es una relación o reducción aberrante por definición.

Todo está íntimamente relacionado de maneras diversas; todo está en movimiento constante y diferenciado; todo es materia resuelta bajo infinidad de formas. Todo está imbricado con el papel de la especie humana sus aportes, sus atrasos, desigualdades y conquistas. Así de compleja y rica es la naturaleza toda incluyendo a la humana y así de compleja, y comprensiva, debe ser la metodología para el conocimiento y el conocimiento para la metodología. Una de las cualidades más subyugantes del conocimiento es su dinámica incesante. Su velocidad diferencial y su luminosidad especial que no sólo aclara dónde se posa, sino que contagia otras luces en zonas inimaginables. Es una forma exponencial del crecimiento humano y por eso exige rigurosidad moral y ética en sus medios, modos y relaciones de producción y distribución.

Nuestra idea de “Calidad Académica” supone relaciones de conocimiento consensuadas. Estudiantes, docentes, investigadores, administradores… todos deberían participar de una comunidad científica para la dialéctica de las necesidades académicas y actualizarse permanentemente con una agenda consensuada también periódicamente. Nada debería ocurrir en los procesos del conocimiento, en su economía política, sin comprensión e intervención en los contextos económicos, históricos y políticos, sus necesidades y satisfactores consensuados por la participación directa de las comunicadas, reales o potenciales.

En ese marco, provisional, de referencias es necesaria una producción abierta de programas-protocolo integrales capaces de sistematizar tareas y evitar las “curriculas” o “pensum” de antojo. Semejantes protocolos han de ser, en su calidad y cantidad, mapas dinámicos con las rutas para la producción social del conocimiento con sus diversidades y sus límites. para la resolución de los problemas que agobien a los pueblos.

En materia de comunicación la problemática es también muy amplia, dinámica y diversa. Es un problema severo el plan de dominación ideológica imperial y es un problema de igual envergadura, el despliegue de la guerra mediática que además de concentración monopólica de medios, exhibe una dependencia tecnológica asfixiante ante pueblos que necesitan, por su diversidad cultural, herramientas de comunicación social emancipadas y emancipadoras.

Adicionalmente, es un problema serio el déficit de producción teórico-metodológica emancipadora, ajustada a las necesidades concretas de las coyunturas y de la humanidad toda. Necesitamos calidad académica extremadamente fiel y extremadamente dinámica en la tarea de resolver los problemas mundiales y locales de la comunicación tal como lo vio, en 1980, la comisión Internacional para el Estudio de los Problemas de la Comunicación que en su “Informe MacBride” exige: “Un Nuevo Orden Mundial de la Comunicación y la Información” para “Un solo Mundo con Voces Múltiples”. Estamos lejos de eso, por ahora.

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