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Jorge Luis Recio: entre el espanto y la ternura

Por Alí Ramón Rojas Olaya

Jorge Luis Recio París es un fotógrafo, artista plástico, documentalista y activista político venezolano, conocido por su valentía y compromiso con la verdad. Nació en Caracas el 7 de julio de 1962, hijo de un andaluz y una catalana. Estudió Ingeniería Electrónica en la Universidad Simón Bolívar y Filosofía en la Universidad Central de Venezuela. Trabajó en la Biblioteca Nacional, en el Museo de Bellas Artes y en el diario El Universal, como corrector de pruebas. Fue uno de los sobrevivientes del trágico suceso de Puente Llaguno, durante el golpe de Estado de abril de 2002. El jueves 11 de ese mes, dada su militancia y compromiso con la causa social, se asumió fotoperiodista.

Los fotoperiodistas son esos profesionales de la comunicación que tienen la tarea de inmortalizar aquellos acontecimientos importantes y de actualidad. Los sucesos que cubren pueden ser de lo más diversos. Dentro del propio periodismo, hay áreas de especialización, como el fotoperiodismo deportivo, el fotoperiodismo cultural, el fotoperiodismo político, el fotoperiodismo bélico y el fotoperiodismo social.

Trabajan con plazos de entrega muy limitados. Tienen que estar muy pendientes de los acontecimientos, de todo lo que ocurre a su alrededor. De un mismo trabajo pueden sacar cientos de fotografías y es posible que sólo se llegue a publicar una fotografía y a veces ninguna. Es un mundo que exige la actualización continua, el conocimiento de lo que les rodea y la suerte de poder estar en el lugar exacto y justo en el momento preciso.

Los fotoperiodistas que cubren guerras son héroes de la comunicación porque arriesgan sus vidas por la tarea de mostrar la realidad. El 7 de octubre de 2023, fueron asesinados en Gaza: Ibrahim Lafi, Mohammed al-Salihi y Mohammad Jarghoun por ataques del Estados Sionista de Israel. El 10 de octubre, el redactor jefe del medio local Al Khamissa, Saīd al-Tawil, su corresponsal, Hisham al-Nawajha y el fotoperiodista de la agencia palestina Khabar Mohammed Soboh perdieron la vida también por un bombardeo israelí mientras cubrían el conflicto.

La labor de Jorge Luis Recio quedó grabada en el olimpo de los héroes cuando captó con su lente a los francotiradores contratados por la oposición venezolana antibolivariana con la anuencia de la embajada de Estados Unidos en Caracas, el clero y las empresas privadas de comunicación social el 11 de abril de 2002. Ese día, a las 5 de la tarde, en la avenida Baralt una bala lo impactó en su columna vertebral dejándolo parapléjico para siempre, sin el 85% de su movilidad. “Tengo fotografías de policías metropolitanos señalándome, todo el que estuvo allí sabe que había francotiradores, porque las balas caían del cielo, salgo corriendo hacia Puente Llaguno y el disparo viene desde el sur de la avenida Baralt, sabía que tenía un disparo en la columna vertebral”, fue el testimonio de Jorge Recio luego de los hechos acontecidos ese aciago día.

“Se me cae la cámara y mi reacción es recuperarla, las piernas no me respondían, pero no fue una bala perdida la que me dio, yo estoy convencido de que me apuntaron, hay que tener bolas para disparar alguien que sólo está con una cámara en las manos”, dijo en un audiovisual.

“Nunca seré el mismo, es como una pesadilla, aunque me gusta cómo he asumido las cosas y nunca he pensado en matarme, quiero seguir viviendo”, relató el fotógrafo meses después de ser víctima de la violencia que generaron grupos organizados para contribuir a un golpe de Estado en marcha contra el presidente Hugo Chávez.

En una entrevista sobre aquellos acontecimientos, Jorge Recio indicó que le daba una tremenda arrechera verse en una silla de ruedas por las pretensiones de un grupo que quiso imponerse a la fuerza en abril de 2002, por encima de la voluntad del pueblo que había elegido al comandante Chávez como presidente.

Sus registros fotoperiodísticos de ese momento le permitieron asistir, en el año 2022, a la 59a. Bienal de Arte de Venecia, con una muestra de las imágenes tomadas ese día y que daban cuenta del plan orquestado por la oposición, así como otras que formaban parte de su portafolio.

El 11 de abril de 2002, Jorge Luis Recio iba a contracorriente, como un muro, con la antorcha de la premonición iluminando la sospecha, deshaciendo las dudas sobre un alba que prometía volverse ocaso.

Jorge Luis Recio fue víctima del odio de los horrendamente vivos. Estos inficionados le dispararon porque les molestaba que su conciencia heroica vistiera de traje amarillo, azul y rojo, y que en sus manos tuviera un arma más letal que un fusil. Los enemigos de la humanidad le hundieron una bala en su columna movidos por la rabia y el odio pantanoso. El resentimiento de los amos de Occidente es tenso relámpago caído, es blanda presunción del agua, es reo de rocas y maldad. Quisieron tirarlo en el lodazal de la historia, quisieron verlo caído para siempre, pero Jorge Recio, aún herido, los desenmascaró. En sus cámara se estrellaban siglos de hipocresía e ignominia.

El 1° de febrero de 2024, partió a la inmortalidad, a los 62 años, en Barcelona, Cataluña. Jorge Luis Recio ha partido en el ardiente amanecer del mundo para encontrarse con sus colegas palestinos Ibrahim Lafi, Mohammed al-Salihi, Mohammad Jarghoun, Saīd al-Tawil, Hisham al-Nawajha y Khabar Mohammed Soboh. En el infinito éter se ven las señales de quien tocó con dedos jóvenes la grandeza, las del temor, la de la inmensa alegría, las de la todopoderosa verdad. Se ve en el fondo una estrella que Jorge Luis Recio llama esperanza. Nuestro héroe ha partido cuando apenas su mundo, nuestro mundo, amanecía. Emprendió el vuelo con un claro sonreír de alba pura.

Jorge Luis Recio, aquel 11 de abril, un libro quedó abierto al borde de tu columna vertebral, nuestra tarea es leerlo para que no vuelvan jamás los asesinos de Bolívar. Tu pueblo, que hoy es herido con casi mil medidas coercitivas unilaterales, esculpe tu figura en su memoria, ve tus fotografías que hizo al enemigo airar y te honra porque sabe que “entre el espanto y la ternura crece la hiedra en sano juicio con la locura, entre el espanto y la ternura la vida canta una tonada clara y oscura, profana y santa, entre el espanto y la ternura corre la suerte con el abajo y con la altura, con la vida y con la muerte”.

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