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El Día de la Victoria

Por Alí Ramón Rojas Olaya

El 7 de mayo de 1945, el general alemán nazi Alfred Jodl firma su rendición en la ciudad francesa de Reims ante el general soviético Suslopárov y el comandante estadounidense Eisenhower comprometiéndose a que todas las fuerzas armadas nazis dejarán de luchar el 8 de mayo de 1945 a las 23:01 horas.

Al día siguiente, la Unión Soviética advierte que no pueden aceptar esta entrega y exigen una rendición independiente de Alemania ante el Ejército Rojo. Esta es firmada el 8 de mayo por el mariscal de campo Wilhelm Keitel en Berlín, en presencia del comandante en jefe del ejército soviético, el general Georgy Zhukov, a las 22:43 hora central europea (9 de mayo a las 0:43 hora de Moscú), poniendo fin así a la segunda guerra euroasiática, conocida mediáticamente como Segunda Guerra Mundial en el continente europeo. La diferencia horaria explica por qué en los países occidentales la victoria se celebra el 8 de mayo (Día de la Victoria en Europa), mientras que en la Europa Oriental se celebra el 9 de mayo.

La hoz y el martillo sobre el Reichstag

El 2 de mayo de 1945, el soldado soviético del Ejército Rojo, Melitón Kantaria, alza y ondea la bandera de la hoz y el martillo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas sobre el Reichstag, el edificio nazi más emblemático. El fotógrafo Yevgueni Jaldéi capta para la historia, por una parte, el horror nazi de una Berlín en ruinas y por la otra, la esperanza en la figura de los soldados del país que aportó el mayor número de mártires para la derrota del fascismo, 26,6 millones de personas. Hoy en día, el pueblo ruso iza la bandera roja soviética cada 9 de mayo y sale a las calles a marchar con fotos de sus parientes caídos en la Guerra Patria. Esta marcha es conocida como el Regimiento Inmortal. El presidente Vladímir Putin suele marchar llevando el retrato de su padre.

Stepán Bandera

Desde 1943, el nazi ucraniano Stepán Bandera fue responsable de numerosos ataques terroristas perpetrados en Ucrania, Polonia, Rumanía y otros países. La Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN) realizó matanzas de polacos en Volinia y en el este de Galitzia, causando la muerte de hasta 100.000 civiles. En 1944, con Alemania retrocediendo rápidamente en la guerra y ante el avance de los Aliados, Bandera fue puesto en libertad sólo para que luchara contra las fuerzas soviéticas que avanzaban. Bandera estableció su sede en Berlín y recibió ayuda financiera de los nazis, además de personal de apoyo para su Ejército Insurgente Ucraniano.

Ciencia sin conciencia

El 28 de febrero de 1933, el dictador austriaco Adolf Hitler explica cuál es su verdadero objetivo del nazismo: “cuando se haya eliminado el peligro comunista, volverá el orden normal de las cosas”. Para tal fin contaba con el apoyo financiero de las transnacionales Ford, Boss, Coca Cola, Nestlé, IBM, BMW, Adidas, Volkswagen, Kodak, Siemens, Krupp y Bayer, entre otras. Recordemos que en 1938, el magnate industrial estadounidense Henry Ford recibió la Gran Cruz del Águila, la condecoración más alta que un extranjero podía recibir del régimen nazi y que el diseñador de moda Hugo Boss concibió las camisas pardas de los jóvenes de las Hitlerjugens y el traje negro de las temibles SS. El 22 de junio de 1941, Hitler invade la Unión Soviética.

El científico Ernst Ziegelmeyer del Instituto de Nutrición de Múnich aportó al Reich un importante estudio sobre cómo matar de hambre al pueblo soviético con medidas coercitivas que partían de un desabastecimiento atroz que llevaría al sometimiento de un plan de racionamiento que solo les permitiría el consumo de 250 gramos de pan diarios. De este modo, mediante la combinación del ataque aéreo, el sitio por tierra y el bloqueo naval, los alimentos se acabarían rápidamente y los defensores irían falleciendo por inanición, sin tener los nazis necesidad de luchar y sufrir bajas. El 29 de septiembre de 1941, Hitler declara: “He resuelto borrar a Leningrado de la faz de la tierra. No nos corresponde a nosotros, ni nos corresponderá el problema de la supervivencia de su población, es decir de su abastecimiento. En este combate, en el que nuestra resistencia está en juego, es contrario a nuestros intereses salvar a la población de esta ciudad, ni siquiera a una parte de ésta”.

Sinfonía Leningrado

En el verano boreal de 1942, los habitantes de la ciudad rusa de Leningrado se morían de hambre. La histórica ciudad de San Petersburgo llevaba varios meses bajo asedio y bombardeos de las fuerzas alemanas nazis. El compositor soviético Dimitri Shostakovich dedicó su 7ª sinfonía “a nuestra lucha contra el fascismo, a nuestra inminente victoria sobre el enemigo, a mi ciudad natal, Leningrado”.

El director Karl Eliasberg quiso, desde la música, elevar la moral del pueblo. Por lo tanto organizó una orquesta sinfónica ya que la única orquesta que quedaba en la ciudad, la Orquesta de Radio de Leningrado, se había disuelto. Como pudo hizo un único ensayo. Horas antes del concierto, «el ejército soviético perpetró un furioso bombardeo sobre las líneas enemigas para silenciar las armas alemanas y que el concierto se pudiera celebrar sin interrupciones», relata el director de orquesta soviético Semyon Bychkov.

Entre el público se encontraba una joven de 18 años, Olga Kvade, cuyo padre y abuelo habían muerto a principios de la guerra, cuenta: «Los candelabros brillaban, era una sensación tan extraña… Por una parte no podía ser posible –el bloqueo, los entierros, las muertes, la hambruna y la Sala Filarmónica-, era simplemente increíble. Lo único que temíamos era que los alemanes empezaran a bombardearnos. Pensaba ‘Dios, deja que escuchemos el concierto hasta el final’. Entonces Eliasberg salió, la orquesta se puso de pie y tocaron. Todos tenían hambre pero estaban vestidos de gala”. Era el 9 de agosto de 1942, día que pasó a la historia porque ese grupo de músicos debilitados por la hambruna y que apenas eran capaces de sostener sus instrumentos, interpretaron la Sinfonía de Leningrado, una epopeya sonora de dignidad y lucha.

Había tanta gente que se colocaron altavoces en toda la ciudad. El pueblo asediado escuchó con un llanto infinito cada compás colmado de identidad nacional. Los imperialistas alemanes entendieron ese día que el pueblo soviético jamás se rendiría.

Hoy, la Federación Rusa, orgullosa de su pasado heroico, es enemiga del terrorismo y lucha contra todo tipo de fascismo.

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