OPINIÓN | Ética y Comunicación
Por Fernando Buen Abad
Querer una ética de la comunicación como praxis que construye a la humanidad misma, no es otra cosa que la actividad que transforma el mundo y se transforma a sí misma…
Es indispensable enseñar ética transformadora, difundirla sistemáticamente, científicamente. Si privilegiamos, del concepto “comunicación”, su significado como “construcción de comunidad”, avanzamos directamente al campo de la ética que se opone a los contenidos como propiedad privada. Por sí mismo tal razonamiento incluye la idea de que la comunicación, sus medios, sus modos y sus relaciones de producción, no son una mercancía y mucho menos propiedad usurpable al colectivo para beneficios “individuales”. Aunque la lógica de la mercancía diga lo contrario, necesitamos una ética muy dinámica para transparentar el financiamiento de la política toda. La comunicación es un derecho fundamental.
Por eso es que en los reductos de la mercantilización de la comunicación, incluso con pretextos “académicos”, huyen al compromiso dialéctico con la ética de lo común y prefieran regodeos escapistas, o palabrerío de distorsiones, fabricadas para no incomodar al status monopólico de los mercenarios de medios y mensajes. Por eso es que la ética, para la construcción de la comunidad de iguales, es indispensable ante el debate capital-trabajo y es inexcusable para definir posiciones, e identidades, de la lucha de clases en sociedades donde las mayorías están sometidas, por la fuerza de las armas, del dinero o de la enajenación, a minorías usureras. Por decirlo suavemente.
Es una prioridad ética inexcusable que la comunicación incluya la agenda y la verdad de las luchas sociales, todas. Se inspire en los contenidos que están escribiendo la historia, en pie de lucha, desde todos los frentes de base. Campesinos, obreros, indígenas, estudiantiles, científicos, artísticos… la suma de los contenidos, sus tácticas y estrategias emancipadoras. La verdad plena y cruda construida desde consensos de los malestares que están luchando para transformar el mundo en un lugar de igualdad y de felicidad posible, deseable, realizable. Para todos los seres humanos. Es una urgencia de ética renovándose como iniciativa de emancipación, en su praxis como crítica a las formas de alienación. Ética que no es un humanismo abstracto, sino práctico, que encuentra su expresión revolucionaria no sólo en interpretar conductas sino transformarlas y transformarse.
Ética para la comunicación de una sociedad en la que el ser humano pueda realizarse plenamente. Ética de liberación material y espiritual, que se opone a toda forma de opresión y alienación, para la vida digna de todos los seres humanos. Contra las formas idealistas de la ética, proponiendo que sea coherente con las bases materiales y concretas de la sociedad. No se trata de proclamar a una especie humana “ideal”, sino de crear las condiciones materiales en las que todas las personas puedan desarrollarse integralmente.
Ética para construir comunidad transformadora y rechazar abstracciones ante la construcción de una sociedad en la que los individuos puedan realizarse en plena dignidad y libertad y ética como disciplina cotidiana que no sólo se enfoca en el análisis de los “valores” y “normas” morales abstractas, sino que incida directamente con la práctica social, especialmente en las luchas por la emancipación y transformación social. Ética como reflexión sobre la moral práctica y la praxis transformadora. Ética no como una pura “reflexión teórica”, diferenciándose de la moral social como si sólo fuese un conjunto de normas o principios que rigen la conducta individual. Ética no para la mera formulación de juicios morales subjetivos, sino para que se inserte en la praxis como herramienta dinámica de transformación. Insistamos. Este enfoque se alinea con una concepción humanista de la filosofía donde la teoría debe estar en función de la práctica transformadora. Ética es aquí, pues, una intervención por consensos sobre la moral de la lucha, o mejor, una teoría o filosofía de la moral revolucionaria. No una mera contemplación de ideales abstractos, si en cambio, vinculada a la praxis, entendida como la actividad humana práctica, concreta y socialmente determinada. No sólo el acto de hacer, sino la capacidad de transformar la realidad en función de acuerdos colectivos éticos. Con la comunidad como uno de sus valores supremos.
Querer una ética de la comunicación como praxis que construye a la humanidad misma, no es otra cosa que la actividad que transforma el mundo y se transforma a sí misma. Ética de la comunicación con capacidad de actuar empeñada en la libertad y en la verdad que sólo se realizan plenamente en una sociedad donde los individuos tienen la posibilidad de desarrollar sus potencialidades sin ser oprimidos. Porque sólo en la libertad cabe la realización plena de la moral y de la verdad y porque sólo la humanidad libre puede, a la vez, ser responsable de sus actos y autor de sus normas. Democratizadas en serio.
Queremos una ética de la comunicación que esté en diálogo constante con la práctica social y contribuya a la creación de condiciones de libertad y justicia social. No reo de la abstracción. Ética que se ocupe, en el sentido más amplio, de los proyectos poscoloniales contemporáneos, para la emancipación de la economía y de la inteligencia, la liberación y la crítica a la ideología de la clase dominante, es decir ética capaz de liberarnos de influencias ideológicas mercantilistas, lo cual es un elemento clave para la descolonización intelectual ante la opresión de las ideologías que justifican la explotación y el colonialismo económico y cultural. Hay que ver, críticamente, la Declaración sobre los Principios Fundamentales relativos a la Contribución de los Medios de Comunicación de Masas al Fortalecimiento de la Paz y la Comprensión Internacional, a la Promoción de los Derechos Humanos y a la Lucha contra el Racismo, el Apartheid y la Incitación a la Guerra.1 Y analizar su ética.
Queremos una ética de la comunicación para construir comunidad, lejos de toda actitud acomodaticia o conformista. Ética de la comunicación para la emancipación y crítica a la opresión no sólo política y económica, sino también cultural e ideológica. La verdadera ética de la comunicación sólo puede desarrollarse mediante una lucha por la emancipación que abra las puertas a una creación genuina, sin las ataduras de la ideología dominante. Para la comunicación auténtica y libre, es necesario emanciparse de toda forma de dependencia tecnológica e ideológica y asumir la responsabilidad de crear una cultura propia, que no repita los modelos impuestos por las potencias dominantes. Y luchar filosóficamente para lograrlo.