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OPINIÓN | Hacia un nuevo Socialismo

Tania Valentina Díaz 

Vicepresidenta de Formación e Ideología del PSUV 

Rectora de LAUICOM

Suele presentarse a Hugo Chávez como una importante figura contemporánea de la historia política latinoamericana, pero en absoluto como un teórico de la nueva praxis revolucionaria mundial. Tal déficit sobre su legado revolucionario ha resultado en una subestimación de la transformación que produjo hasta un borramiento de la misma.

Chávez nos recordaba que para hacer la historia grande que necesitamos, tenemos que comprender primero el pasado épico del cual procedemos. Recuperar las raíces de la venezolanidad y de nuestra latinoamericanidad fue siempre un elemento vertebral de toda la nueva política a la que nos convocaba y convoca siempre.

Hugo Chávez tenía consciencia de que su palabra (con)ductora tendría un uso para el tiempo presente y coyuntural, y quedaría como faro para la nueva praxis utópica. Por ello dio literalmente cátedra de cómo, gustosamente, vivir una vida consagrada a la política comprendiendo todas sus dimensiones sociales y comunitarias, éticas y estéticas, épicas y poéticas, lúdicas y eróticas, políticas y geopolíticas.

Formar un ejército de mentes, corazones y voluntades

Desde El Libro Azul (1981), en sus tiempos de cadete, Hugo Chávez advertía que no se podría confrontar un sistemático proceso civilizatorio para la producción y reproducción de la dominación política, la explotación económica, la vejación cultural y el matricidio de la madre tierra sin profundizar en un nuevo modelo civilizatorio que permitiera la producción y reproducción de una vuelta a la vida en comunidad. Tal reflexión del Libro del Libro Azul la enmarca en la metáfora de Las Tres Raíces: raíces nutricias de una nueva utopía emancipadora, pero emergida de un contenido histórico revolucionario mestizo/ cimarrón y asimismo nacional/ raizal. Latinoamericano.

En primer término, postula una raíz epistemológica capaz de producir las rupturas cismáticas necesarias para alumbrar una nueva forma de vida.

La alternativa de salida al laberinto de la sociedad capitalista neoliberal la encuentra, entre otros, en la utopía contenida en la praxis de la emancipación de la América Meridional del reino de España, comandada por Simón Bolívar y en particular en “Sociedades Americanas”, manuscrito publicado en 1828 por Simón Rodríguez: Toparquía

Para Chávez, la escapatoria del presente ominoso engendrado por la sociedad del capital de finales del siglo XX está en la redención contenida en nuestra especificidad civilizatoria, nuestra originalidad histórica y nuestra voluntad emancipadora radical.

De toda la vasta obra de don Simón Rodríguez, rescata esta reflexión epistemológica radical, no por casualidad enunciada desde un sujeto plural, un nosotros que busca fundar una nueva comunidad de sentido y de vida:

“¿Dónde iremos a buscar modelos?

La América española es original; originales han de ser

sus instituciones y su gobierno,

y originales los medios de fundar uno y otro.

O inventamos, o erramos.

La América no debe imitar servilmente,

sino ser original.”

Como segundo epígrafe que enmarca todo el proyecto descolonizador intuido por Hugo Chávez tenemos una musculosa frase en la que Simón Bolívar produce la definición misma de una nueva pedagógica descolonial:

“Usted formó mi corazón para la libertad,

para la justicia, para lo grande,

para lo hermoso.

Yo he seguido el sendero

que usted me señaló…”

Formar o forjar el corazón de un hombre o un pueblo es mucho más radical que meramente producir una razón científica, política y filosófica, o instaurar un nuevo orden social o económico. Formar y forjar un corazón (emocionalidad) para la libertad (la política), para la justicia (la ética), para lo grande (la épica) y para lo hermoso (la estética) constituye la definición misma de una nueva pedagógica de y para la liberación.

Hugo Chávez al definir el árbol de las tres raíces como el manifiesto fundador del Sistema EBR (Ejército Bolivariano Revolucionario) rescata la teoría pedagógica revolucionaria que es el acrónimo en clave de Ezequiel Zamora, Simón Bolívar y Simón Rodríguez.

Ezequiel Zamora enuncia que la causa pendiente es la de los pueblos, la de la república genuina, la del heroísmo y la de los principios. Y al ser citada por Hugo Chávez como introito de El Libro Azul —que es acta de nacimiento del ulterior MBR-200.

A partir de una lectura atenta de Simón Rodríguez, Simón Bolívar y de Ezequiel Zamora, entre otros, Chávez hila un contenido teórico/político hasta componer la justificación ética y política de una necesaria insurrección en Venezuela (1992) que con los años habrá de convertirse en latencia de insurrección de otros pueblos de Nuestra América.

Con su insurgencia en la arena política nacional, el joven oficial paracaidista del ejército enmendó la plana a casi toda la clase política e intelectual existente para la época en Venezuela y otras partes del mundo. Y la sacó del hechizo de una sociedad sin alternativas que esta “vanguardia” supuestamente ilustrada había adoptado de la filosofía y la cultura postmoderna, según la cual la historia no era sino un mero relato del todo despojado de poder para explicar el presente o proyectar el futuro. Esta ruptura epistemológica es creación heroica para la teoría revolucionaria de una transición el socialismo, tanto para el siglo XX como para el siglo XXI.

El pensamiento de Chávez es pensamiento vivo. Es un “sentipensar” que crece y se desarrolla en la medida en que la conciencia de los pueblos también crece y se afianza. De esta forma se hizo el pasaje de una agenda antineoliberal y un discurso de la recuperación de la moral pública hacia una agenda mucho más radical: la del discurso del antiimperialismo y el anticolonialismo consecuente, que le abrió el tránsito al proyecto del socialismo del siglo XXI, un socialismo signado por el nuevo concepto del vivir-viviendo.

Tras la partida física de Chávez, Venezuela se encuentra en el centro de la “narrativa gris” imperialista que intenta por todos los medios aniquilar el proyecto bolivariano chavista. Borrar su impronta. Desacreditar sus conquistas. Exterminarlo de raíz y lograr, como pretendieron hacer las oligarquías del siglo XVIII con Bolívar, echarlo al olvido de la vergüenza.

“No pudieron contigo, Comandante.

No podrán con nosotros jamás.

Has roto el maleficio de la traición”,

decretó el Presidente Nicolas Maduro Moros al despedir en el féretro al Comandante Hugo Chávez”.

Venezuela no traicionará a Chávez porque sería traicionar su esencia misma. Sería desconocerse. Su capacidad de resiliencia se ha convertido en ejemplo díscolo a contrapelo de las pretensiones de la potencia hegemónica y ha tenido como su principal victoria la paz. Solo los que conocen la guerra – y mira que hemos visto sus horribles fauces asomarse en nuestras costas, ríos y montañas- saben justipreciar el significado de la paz. Este ha sido uno de los grandes triunfos de la República Bolivariana de Venezuela, qué seguirá su curso rumbo al socialismo, superando el criminal y brutal asedio, cerco y bloqueo que impone esta guerra irrestricta que nos imponen las elites que mueven los nervios del poder en el mundo.

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